viernes, julio 30, 2010

Flores de mayo





El rosario durante una tarde de mayo. Las niñas ofrecen flores a la virgen María después del rezo de cada misterio. Al final cantan. Es delicioso oírlas cantar: Desafinadas, libres y felices, bañadas por retazos de sol, las voces inundan la iglesia como si de repente hubieran soltado mil pajarillos silvestres. Más de una madre sonríe complacida, complaciente. E incluso, si uno mira con atención, es posible imaginar alguien mucho más allá de todo esto sonriendo también.

Post dedicado a Rafael Barceló Durazo. Y a su mamá. La oí cantar así, a todo pulmón, y era como el aleteo de cientos de golondrinas en la nave de la iglesia.

1 comentario:

RBD dijo...

Muchísimas gracias por el post. Me encantó por muchas razones: porque siempre me conmueve recordar a mi mamá y la manera en la que su voz (a todo pulmón) llenó no sólo los corazones de sus hijos, sino también ese templo en tantísimas ocasiones; porque fue lindísimo ver a mi sobrina, que comparte el nombre, el carácter y la cara de su abuela, en el rezo del rosario, en la ofrecedera de mayo, iluminado su rostro y el de sus amigas por el sol más brillante del año; porque el rosario vespertino dedicado fervorosamente a la virgen es uno de los rasgos más profundos de la espiritualidad de los huasabeños. En fin, porque tus palabras son más bien evocaciones y las evocaciones me hacen estar ahí sin tener que viajar los miles de kilómetros que me separan del pueblo, de mi pueblo.

Un abrazo grande,

Rafael Barceló Durazo