viernes, marzo 16, 2007

Hoy estoy atada en mi escritorio y quisiera estar allí. Quisiera abrazar a mi madre por que sé que le hace falta. Quisiera besar a mi padre. Los extraño tanto. Y quisiera, solo quisiera, por un momento, no tener una pila de artículos que escribir y proyectos que concretar, y poder regresar el tiempo al verano en que podía tirarme de panza en el piso fresco a leer un libro escogido aleatoriamente de los estantes de la biblioteca municipal y comerme un limón real con chiltepines con sal, o un hielito de que doña Gerarda -oh esos deliciosos hielitos de vainilla son los mejores del mundo- para escapar del calor. Las horas del calor nos hacían los mandados mientas pudieramos darnos un chapuzón en la "acequia", nuestra propia alberca privada en la que mientras mi hermanos se tiraban clavados "de panzazo" yo no recuerdo que demonios hacía, lo único que recuerdo es la frescura del agua, y el placer de la sombra mientras un poco más allá el sol lo quemaba todo, brillando en un cielo azul resplandeciente que no daría tregua hasta bien entrado el tiempo de lluvias. La vista era una milpa de oro, y nosotros estábamos debajo del delicado embrollo que terminaban formando las plantas, arbustos y pequeños árboles que crecían a la orilla de la asequia, que distaba mucho de ser cristalina, pero era un verdadero paraíso.

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