viernes, septiembre 16, 2005

Piedras de río


Yo no sé que tiene ese pedacito de mundo que me resulta tan fascinante. Es posiblemente la nostalgia. Lo cierto es que cada vez que me aproximo, por los callejones, y comienzo a percibir el aroma del río, vuelvo a ver los viejos álamos, las milpas, los garambullos enredados en los cercos de las milpas, el cielo tan azul, la tierra tan roja, una especie de felicidad me invade. Es casi como ver la sonrisa de los ojos que amo. Como sentir su abrazo. Como un tierno beso sobre un rostro febril al amanecer. Y aspirar su aroma. Y ver ponerse el sol. Y observar las pequeñas piedritas pulidas por sus aguas, tan multicolores, tan caprichosas, mientras el viento mece los sauces, pequeñísimos insectos revolotean entre las otras piedras, las lisas, las grises. El aroma del río a medianoche forma un conjuro con la luna llena, estoy segura. Algo mágico debe pasar ahí. Cuando regrese, recoja una piedra, lávela, llévela, consérvela cerca de donde late su corazón. Quizá no haya mejor amuleto que una piedra de río encantada por la luna, pulida por siglos por aguas que atraviesan las montañas y perfumada por álamos, sauces y garambullos silvestres día tras día, noche tras noche... Le prometo que su alma sonreirá con sonrisa de niño. Y esa sensación que parece agrandar los pulmones solo para llenarlos de la pureza de ese lugar no será más una postal en su memoria, sino un prendedor en su alma.

3 comentarios:

Anónimo dijo...
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Talya dijo...

oh no. spam here too?

Anónimo dijo...

No se puede describir mejor.
Yo siempre me traigo una pidra aunque sea de ayi junto al pango.
Aaa!! pero cada vez que voy a huasabas me tengo que ir a tomar una soda enquesequel Chonguito y ya en la tarde un jat dog (una modernidad) en el parquesito junto a la sequia junto a la casa de mi tia Mely y que desir de los nenes (bolis aqui en Arizona) de que la Maria de Vitor.
Bueno nos vemos.