miércoles, agosto 25, 2004

De pronto, la lluvia...

Eran quizá las 5:00 de la tarde. Hacía un calor sofocante. Tomábamos café. De pronto, sin más, empezó a llover. No despacito. Fuerte.
El agua golpeaba los cristales, saltaba en las lámina de los techos, salpicaba el interior de las ventanas, corría por las calles, redibujaba el pueblo, todo en menos de 5 minutos. No era una lluvia cualquiera, sino un aguacero torrencial.
Las gotas de agua inundaban, infinitas, también, el alma de la gente, que se asomaba a observar el milagro con una sonrisa dibujada en un rincón de la paciencia.
Había que ver si habían salido los arroyos, y sí, la "Contra", en toda su majestuosidad, levantando "burros" y trayendo consigo troncos, ramas, mezquites con todo y raíces. El cielo, cerrado. Relámpagos en el horizonte. Un frío que calaba los huesos. Y los temporales inundados.
¡Los cercos!, alguien dijo. La respuesta fue colectiva y silenciosa: ¡Al demonio los cercos, que siga lloviendo!

leia.y2k@gmail.com

No hay comentarios.: