No blog-huásabas, i didn´t forget about you.
I still love you. We'll work this out... Pardon me. I can´t believe it´s almost been 3 months. I know all you hardcore readers out there were getting upset. So here's the deal, a little and simple but fun over table conversation with the propper cup of cofee at hand, and lots of laughs, that my family and I had some weeks ago:
Comenzó sin querer, con un par de sonrisas y estrellas en la mirada, como la mayoría de las buenas conversaciones. No se cómo pasamos de la cena apurada de costumbre a la visión de una pequeña niña con dos largas trenzas cantando "amor chiquito" para todo aquél que deseara escuchar, con coreografía y todo, en los "lunes cívicos" de la escuela primaria de Huásabas, hace más de 30 años. [Sí... Amor chiquito, acabado de nacer, tú eres mi encanto, y eres todo mi querer... Ven a mis brazos, y ámame con ilusión...]
¿Quién quiere cantar? ¡Yoooo! A mi tía se le desbarataba el brazo, y como nadie más quería, pues ella era la famosa estrella de los dichosos lunes cívicos. Cantaba canciones como "A la sombra del mezquite" o "Soy un triste venadito que habita en la serranía...."
Quién lo hubiera dicho, pero lo peor es que ella no era la única, mi madre era a menudo "encaramada" en una silla para interpretar poesías, y la tercer hermana no podía ser menos. Alguna vez se sentó en una banqueta, cerca de la cantina de "Don Chuy" sólo a escuchar y escuchar una canción hasta que se la aprendió para después cantarla, pero sentada con sus hermanas, en la banqueta de su casa.
Y hay que ver las canciones que cantaban, de amor y contra ellos, deseo apasionado y arrebatos, el amor trágico de la canción popular mexicana. Esas canciones que salían del aparato de sonido de la consabida cantina y se esparcían por todo el pueblo alegrando, o entristeciendo, según, eran un extraño sello de las tardes, o las mañanas, del pueblo.
En realidad todo esto que digo les importaba muy poco a las tres hermanas, lo mismo que las letras de las canciones, o si daban el tono correcto, ellas sólo se sentaban a cantar en la banqueta, y eran felices. La máquina de coser de la abuelita y el trajinar de mamá y el silencio de la calle, recién regada y barrida, era el acompañamiento a sus voces. Más una que otra pitahayera ocasional.
leia_y2k@yahoo.com
P.D. Gracias por sus cartas a quienes se han reportado. I´ll reply ASAP
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