¡18 cabrones!
Tuvo que pedir un carro prestado para ir a dejarlos a Moctezuma. Desde la caravana estaban amotinados en su casa para las fiestas del pueblo. Había fila para el baño, cola para comer, gente por toda la casa. Los dejó en la terminal y respiró, aliviado. Esta bien que vengan, pensó, pero... ¡18 cabrones! El año que viene no me encuentran aquí.
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