jueves, mayo 08, 2008

El fin de semana que acaba de pasar tuve oportunidad de ir a mi querido pueblo. Es todo un ritual. Esta vez fue con mi novio, y allá vamos en un Neon verde con la pintura un poco quemada, rines y llantas Toyo y un supuesto respirador en el cofre que en realidad es sólo un adorno adquirido en el Autozone. Primer parada, la terminal, donde dejamos a su mamá que iba a Nogales. Segunda parada, un cajero Bancomer. Tercer parada, dos cafés frapé grandes sabor caramelo sin crema batida porque no había en el drive thru del D´Volada. Ahora sí. Por el Bulevar Kino a toda velocidad con rumbo a Huásabas. Debían ser como las 6:00 de la tarde de una salida que estaba programada para las 4:00 PM con el fin de manejar de día y evitar las consabidas CURVAS de Moctezuma de noche. Le tenemos respeto a la "sinuosa" (como dice mi novio) carretera al pueblo, especialmente al tramo Moctezuma-Huásabas, pero no menos a los últimos kilómetros de Mazocahui-Huásabas. Era necesaria otra parada: La gasolinera. Aproximadamente 200 pesos llenaron el tanque, y ahora sí, al infinito y más allá. Con un CD pirata de éxitos OLDIES adquirido en un puesto frente al Jardín Juárez como soundtrack como soundtrack atravesamos como el rayo San Pedro y en menos de una hora estábamos en los baños de Ures. Sí, en los baños. Ya se habían acabado los cafés. Teníamos hambre. Seguimos nuestro camino hasta Mazocahui, donde nos paró un retén de soldados en el crucero. Nos hicieron las preguntas de rutina. A dónde van. De dónde vienen. A qué se dedican. Abran la cajuela por favor. Oiga señor soldado ahí unos kilómetros atrás hay una especie de incendio (el fuego extinguía, aquí y allá, ramas secas y mezquites un poco más atrás). Nos dejaron ir sin más. El camino a Moctezuma continuó sin contratiempos excepto por el TOPE con mayúsculas que está al entrar al pueblo, y en el que siempre "pega" el carro. Prácticamente se arrastró sobre el tope, pero pasó. Y seguimos. Taquitos a la vista. ¿Llegamos? Sí, tengo mucha hambre. No, mejor hay que esperar para cenar con mi mamá. Bueno, vámonos derecho. Apenas habíamos salido de Moctezuma cuando el carro comenzó a fallar. Como a jalarse. Nos detuvimos al lado del camino. Ya estaba oscuro. Mi novio abrió el cofre para ver si notaba algo extraño. No, nada. Pero vamos a dejarlo descansar un rato. Si vuelve a fallar, nos regresamos a Moctezuma. Ok. Voy a llamarle a Mamá para que sepa que nos retrasamos. Eran como las 10. Y ahí estábamos. Lo que más temíamos. La carretera Huásabas-Moctezuma, de noche y nosotros con una falla en el carro. Pasaron los 15 minutos y haciendo acopio de todo el aplomo que pudimos reunir entre los dos (no mucho) nos trepamos al Neón y continuamos nuestro viaje. Las estrellas eran una constante. Las siluetas de los cerros y las colinas pasaban como sombras. Íbamos pendientes de las señales. Curva peligrosa. Curva doble. Curva triple. Curva a la izquierda. Curva a la derecha. Curva laaaaaarga. Curva difícil. Curva cerrada. Íbamos despacito. Mi novio me tranquilizaba. Mira, ya se ven las luces de tu pueblo. Tranquila. Vamos a llegar bien. Yo al borde del colapso nervioso. El carro volvió a fallar poco antes de llegar a Huásabas. Yo calculo que fue más o menos a la altura del "Tuli" (un ranchito al que solíamos ir con mi papá y en el que criaban ...chivas, creo). Estuvimos allí aproximadamente 10 minutos, mal metidos a la orilla del camino, las ramas (estafiates?) impedían abrir la puerta. Recuerdo el olor de las ramas al quebrarse cediendo el paso al visitante nocturno. Se escuchaba sólo el crujir de las ramas al viento. Quizá algún animal. Tenía miedo y no. Sabía que ya estábamos muy cerca. Las luces se ven un tramo y luego no se ven. Pero yo veía o creía ver el resplandor. El carro encendió de nuevo y emprendimos la marcha. Llegamos bien. Nos recibieron las reconocidas siluetas de la casa que habitaba la "coyo del güero" (hasta donde yo recuerdo) y sus hijos (todos blancos, rubios y de rostros graves), la gasolinera (de Micky?) y el montón de ladrillos (o bloques?) que rezan "BIENVENIDO A HUÁSABAS" o algo así. Las luces de la calle que llevan al pueblo estaban apagadas. Era un viernes casi a media noche. Imperaba el silencio y el CERRO estaba ahí. También nos dió la bienvenida el busto de Colosio, y la plaza con su kiosko que cada vez me parece más desangelado. Llegamos bien. La puerta estaba abierta, y mi mamá, semidormida, nos recibió sonriente. Dos abrazos después estábamos sentados a la mesa, devorándonos unas deliciosas calabacitas con queso. Mi hermano había salido de hermosillo a las 9:00 PM. Se vendría después del trabajo. Si todo había salido bien, no tardaba en llegar. No lo esperamos. Diez minutos después estábamos todos en brazos de Morfeo. Por fin en Huásabas. En el pueblo querido de mi padre. En la tierra que lo vió nacer y en la que ahora descansaba. Todo aquí huele a él. Vengo aquí como venía a su encuentro. A su abrazo cálido, a su ternura, a sus grandes manos morenas siempre llenas de rasguños, siempre en movimiento. A su aroma. A su protección. A sus palabras. A su sonrisa. Y aquí me lo encuentro. En el cielo y en el dulce canto de las pitahayeras y en el mezquite y en los retratos enmarcados que están por toda la casa. Siempre estamos juntos. Él siempre está aquí. Yo soy él y esta tierra somos nosotros. Mi madre duerme. Mañana será otro día.

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