jueves, octubre 16, 2003

So long...

De vuelta después de poco más de un mes de locuras, sin nada que decir... Inicia publicación de un cuento melancólico sobre una casa ubicada en Huásabas:

La casa de la calle ancha

"Hoy que los años pasaron
y en añoranzas me pierdo
volveré solo por verte
y mientras llega la muerte,
puedo vivir del recuerdo"


Nadie en la familia estaba de acuerdo pero su novia, la evasiva maestra del pueblo vecino, por fin había dado el sí, con la condición de quedarse en Huásabas, cerca de su familia.
Fue una boda bonita y una novia hermosa. El joven matrimonio se fue a vivir a una casa desocupada que les prestaron por un tiempo. Ahí nació el primogénito, un varón, al que después le seguiría una pequeña niña.
Habían transcurrido dos años cuando ocuparon la casa materna, temporalmente deshabitada. Allí nació otra pequeña.
La familia había crecido y había que buscar un lugar permanente. La suerte les sonrió justo entonces -en 1950-, cuando se puso en venta la casa de la familia V.
La casa ocupaba una posición privilegiada, en "la calle ancha", a unos pasos de la escuela, la iglesia y la plaza del pueblo.
La casa estaba deteriorada, pero habitable. Y empezó la remodelación. Cimientos, adobe, cal. Vigas, arena, carrizo. Piedra, yeso.
-Color crema, dijo ella, pensativa. Sus deseos eran órdenes.
Pronto quedó remozado el amplio y fresco corredor, con una banqueta quince centímetros más alta que el piso de grandes rombos de cemento pulido. Estaba frente al patio, en el que plantaron azahares, jazmines, alhelíes de colores, maravillas, limones, duraznos, naranjos y dátiles. Ver llover desde las mecedoras del corredor era una fiesta de los sentidos.
Tras el patio y dividido por una recia barda de adobe rematada con una puerta de madera estaba el corral, un terreno colindante adquirido un tiempo después.
El comedor era grande y acogedor, apenas dividido de la cocina por el olor a café recién hecho. La recámara se extendía serena al sur, iluminada por dos amplias ventanas de percal estampado. El recibidor se ubicaba justo en la esquina de la casa, comunicado con la calle y el zaguán.
Los muros de las paredes eran anchos y los techos recios, la casa era fuerte y resistente. La familia ya tenía un hogar.

Continuará...
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